Gracias a la apertura del portal de Internet Gramsci e o Brasil, ahora en nuevo formato y plataforma digital, es posible desde esta entrega del mes de enero de 2006 presentar a ustedes, lectores interesados, no solo de Brasil, sino de Latinoamérica entera, una sección dedicada a reseñar y comentar textos y artÃculos que aborden la temática de la actualidad del pensamiento de Gramsci, de sus categorÃas principales, frente a los desafÃos planteados ante la crisis profunda del proyecto socialista, evidenciada en acontecimientos claves de los últimos quince años, donde resalta el derrumbe de los regÃmenes del "socialismo real", el debate modernidad–posmodernidad, el cuestionamiento sobre el sujeto polÃtico de la modernidad, la fragmentación de los estado–nación en los paÃses periféricos, el reciente debilitamiento de las organizaciones de izquierda legal en Latinoamérica, pero también la emergencia de los nuevos movimientos sociales, la consolidación de las movilizaciones anti–globalización y la proliferación de publicaciones y portales de diversas tendencias de izquierda y movimientos populares.
Los acontecimientos claves del perÃodo 1990–2005 demandan al pensamiento crÃtico, en general, y con mayor fuerza a las diversas corrientes marxistas, una evaluación de limitaciones y potencialidades de lo que el español Manuel Sacristán denominó "el intento de programa, sobre un deseo, que se intenta fundamentar en crÃtica y en conocimientos positivos", para abrir caminos que permitan dar renovadas alternativas a los sectores sociales en lucha y a los espacios polÃticos y teóricos que se proponen una construcción contra–hegemónica.
La pregunta matriz desde la cuál se intentará apelar a los textos será: ¿cuáles podrÃan ser, desde una matriz gramsciana, los elementos claves que aporten sustancialmente a la reconstrucción del proyecto socialista?
Por las limitaciones personales el universo de los textos a ser reseñados estará reducido a los artÃculos o libros publicados en idioma español, en revistas o portales de Internet especializados, durante los años 1990–2005. Se hará hincapié en las siguientes fuentes: los portales: gramsci.org, gramsci.org.ar, filosofiacuba.org; las revistas Dialéctica y Memoria de México, Herramienta de Argentina, Papeles de la FIM de España, UtopÃa y praxis latinoamericanos de Venezuela, Contracorriente de Cuba, y Espacios de Ecuador; los libros que recogen las ponencias de "Conferencias Internacionales de estudios gramscianos" realizadas en la Universidad Autónoma de Puebla; las publicaciones en idioma español de la Internacional Gramsci Society (IGS), y la Fundación Instituto Gramsci.
De inicio, por ser una iniciativa que nace desde el esfuerzo individual, solo se podrá trabajar sobre un número limitado de reseñas. Aspiro a presentar resúmenes de aproximadamente cincuenta textos a lo largo de dos años, esto quiere decir dos o tres resúmenes nuevos en entregas renovadas cada dos meses, si es que los lectores y editores del portal lo permiten. En caso de que hubiera personas interesadas de apoyar este esfuerzo desde otros paÃses, se podrÃan ampliar el horizonte a ser cubierto.
* IZZO, FRANCESCA
1994. "Gramsci intérprete de lo moderno". En: Revista Dialéctica, n. 26, pp. 33–58. México.
Gramsci habita con pleno derecho el territorio de lo moderno, comparte su horizonte problemático y su plena evolución; se trata de un intérprete de la modernidad, quien establece una relación crÃtica con las profundas corrientes de ella. Para Gramsci la filosofÃa de la praxis es el más maduro producto del proceso del pensamiento moderno y, al mismo tiempo, su crÃtica inmanente y radical.
El sentido de la lectura que Gramsci ofrece de lo moderno se debe buscar y discutir ligando y articulando, según una relación fuerte y definida, dos momentos centrales de su reflexión, los cuales liberan toda su originalidad y fuerza hermeneútica solo a condición de ser analizados en interconexión entre sÃ: subjetivismo y estado–nación.
El subjetivismo es entendido como el carácter inmanente y mundano del principio filosófico moderno, con el cual se recalca, contra cualquier residuo trascendente y contra la rigidez metafÃsica de objetividad, la potencia creadora del sujeto; para Gramsci: "la concepción subjetivista puede encontrar su verificación e interpretación historicista sólo en las concepciones de las superestructuras".
El estado–nación es el otro pilar que sostiene el edificio de lo moderno es el estado–nación; Gramsci recalda que el gran descubrimiento del PrÃncipe de Maquiavelo es la teorización del estado nacional; eso significa que lo polÃtico moderno se encarna en la forma de lo polÃtico–estatal. En esa forma está encerrada su modernidad y, al mismo tiempo, esta determinada configuración del hecho polÃtico marca la novedad de la época.
Modernidad y lo polÃtico–estatal
En la transición de la idea trascendente a la idea inmanentista que marca la cultura del Renacimiento, lo que debe ser fijado no es el lugar de un supuesto hombre en el centro de la imagen del mundo; sino mas bien, la capacidad de expansión, de difusión, de penetración, hasta en las raÃces de la vida, de un cierto modo de pensar al mundo y a los hombres.
En el origen de lo moderno se discute la conexión nueva, compleja y contradictoria de tiempo y fundamento, o de ciencia y procesos vitales; conexión requerida por la ruptura de la dimensión de casta del saber y de la libertad. Para Gramsci es decisivo determinar qué se debe entender como un "nuevo tipo de hombre". El sujeto de la filosofÃa moderno, del inmanentismo y de la autonomÃa, tiene estas opciones: i) o toma la vÃa de la conexión ético – pasional; ii) o es reabsorbido por la tradición cosmopolita y eclesiástica; iii) o se dispersa en la red de funciones sistémicas.
En la identificación moderna de polÃtico y estatal, Gramsci encuentra la relación entre sà de elementos antes desconectados, recÃprocamente indiferentes u opuestos, el principio de la politicidad–racionalidad como instancia de autonomÃa y libertad, y masas vivientes ligadas a una existencia dividida entre las particularidades de la necesidad–pasión y la trascendencia de la instancia ético–religiosa.
Lo polÃtico–estatal hace aparecer en el horizonte, en cuanto se basa en lo ético– pasional, la posibilidad de mediar la necesidad con la libertad de modo inmanente y no a través de la ilusión o esperanza religiosa; la mediación puede ser asegurada por la expansión de la conciencia y de la ciencia.
Por eso para Gramsci en el aspecto puramente técnico–cientÃfico del proyecto moderno, se encuentra una forma de inmanencia que quita lo que el llama "lo vivido" o la identidad de teorÃa y praxis. Lo que impulsa la reducción de la ciencia a tecnologÃa como única relación entre saber y realidad, a una manipulación integral fingida de las cosas y de los hombres, es la exclusión del lado activo de lo real, asà como esto deviene un objeto puro de manipulación de la ciencia. Cae la dialéctica y por lo tanto la unidad posible entre teorÃa y praxis. En este terreno de tensiones toma cuerpo la filosofÃa de la praxis, enraizada en la modernidad.
Para Gramsci, como para Marx, no se instaura una nueva relación entre filosofÃa y mundo si no se subvierte la praxis, si no cambian el inicio, la forma y el sujeto del proceso; ninguna linealidad, o continuismo historicista.
Pilares de la modernidad y crisis
En las figuras del idealismo hegeliano y del jacobismo, que se sostienen en la dimensión ética del Estado, Gramsci se fija para destacar la capacidad de movilización, de activación, de las masas de parte del principio subjetivo moderno.
Este principio subjetivo moderno, con su energÃa y potencia originarias, tiende a romper la inmovilidad natural de las masas subalternas y hacerlas entrar en el cÃrculo de la historicidad, en la misma medida en que empuja al pensamiento, a los intelectuales, a entrar en relación con la multitud.
Los tres pilares de la modernidad: i) el espÃritu crÃtico; ii) el espÃritu cientÃfico; iii) el espÃritu industrial, impulsan con diferentes modalidades a modernizar a grandes masas humanas; con la ciencia y el espÃritu crÃtico, rompiendo los vÃnculos de la tradición religiosa; con el industrialismo, las ligas naturalistas e instintivas; y se crea asà una difusa y relativamente homogénea racionalidad de masas.
VehÃculo de mediación de todo ello es el estado nacional, con sus aparatos de consenso que incorporan las funciones intelectuales.
Gramsci constata que "sucede un estancamiento y se regresa a la concepción del Estado como pura fuerza, la clase burguesa es saturada: no solo que no se difunde, sino que se disgrega; no sólo no asimila nuevos elementos, sino que pierde una parte de sà misma"; esto genera una condición de crisis en el proyecto de la modernidad, por lo cual Gramsci plantea. "¿esta crisis no está mas bien ligada a la caÃda del mito del progreso infinito y al optimismo que dependÃan de él, es decir, a una forma de religión mas bien que a la crisis del historicismo y de la conciencia crÃtica? En realidad, la conciencia crÃtica era restringida a un pequeño cÃrculo; hegemónico, sÃ, pero restringido. El aparato de gobierno espiritual se rompió y hay crisis, pero ésta es también de difusión, o sea, llevará a una nueva hegemonÃa más segura y estable".
Ruptura y filosofÃa de la praxis
La filosofÃa de la praxis encuentra su origen en la ruptura de la homogénea y unitaria conciencia – ciencia de la historia y en la crÃtica de la ilusión de lo único del sujeto, e intenta constituir polÃticamente la praxis en sujeto.
Conviene detenerse sobre el devenir sujeto de la praxis. Con Gramsci, precisamente por la mundanización integral, el nexo filosofÃa–praxis no lleva a una identificación dogmática de un sujeto portador de la totalidad (verdad) y por tanto del saber; no hay, ni puede haber, una conciencia del mundo donde la unidad se realice si precisamente la filosofÃa de la praxis es conciencia crÃtica de las laceraciones del mundo, de sus contradicciones y divisiones contra la apariencia de la unificación. Pero la praxis no se dispersa en la dimensión subalterna de la eterna desigualdad, fragmentación impotente; la praxis se pone como filosofÃa, o sea, comprensión del proceso entero y esfuerzo y tendencia que realizarán la unificación que no está dada en ningún punto, sino que está inscrita en el mundo como posibilidad.
El carácter paradójico de la filosofÃa de la praxis está en ser crÃtica y filosofÃa a la vez, escisión y concepto. La delimitación de esta forma de conflicto exige la construcción de un concepto de historia que corresponda a una temporalidad compleja, donde no hay ya una conciencia simple y unificada que separe e interprete el tiempo. Lo cual nada tiene que ver con el continuismo historicista.
Esta concepción de filosofÃa y polÃtica no nace de una exigencia genérica y economicista de la materialidad de la praxis–trabajo, sino de debe ser ubicada en aquella dimensión histórico–epocal mundial de puesta en movimiento de enormes masas humanas copartÃcipes del desarrollo, arrastradas en la historia; ya no alteridad radical, naturaleza, sino contradicción interior de la historia de la libertad. Estas masas tienden a devenir sujeto.
* VACCA, GIUSEPPE
1994. "Gramsci en nuestro tiempo: hegemonÃa e interdependencia". En: Revista Dialéctica, n. 26 (pp. 15–32). México.
Crisis y readequación del capitalismo
Frente a la gran crisis de 1929–1932 mientras la Internacional Comunista parte de una interpretación "catastrofista", Gramsci se une a Marx y repite que las crisis constituyen la fisiologÃa del desarrollo capitalista. Para esta última, la salida siempre se encuentra en la transformación de la "composición orgánica del capital" (en la intensificación de la explotación y en la ampliación del "capital constante").
La crisis de 1929–1932 habÃa sido originada por la imposición del "nacionalismo económico" a la expansión del industrialismo de tipo americano y por las asimetrÃas entre un sistema industrial ya predispuesto para la producción en serie y la organización de los mercados todavÃa incapaces de absorberla. Todos estos problemas se resolverÃan por el fordismo extendido.
Gramsci parte de una visión del proceso que en los Cuadernos ya no tiene mucho que ver con la teorÃa leninista del imperialismo, ni con el concepto marxista–leninista de crisis general del capitalismo.
Crisis del Estado–Nación
Desde las primeras notas de los Cuadernos, la atención de Gramsci se dirige a las crisis del Estado-nación. "El ejercicio normal de la hegemonÃa en el terreno convertido clásico del régimen parlamentario", escribe en un pasaje de 1930, "se caracteriza por una combinación de fuerza y consenso, que se equilibran de diferentes maneras, sin que la fuerza predomine demasiado sobre el consenso, y tratando de la que fuerza parezca apoyada en la aprobación de la mayorÃa, expresada mediante los llamados órganos de la opinión publica. Y he aquà el punto: "en el periodo de la posguerra, el aparato hegemónico se quiebra y el ejercicio de la hegemonÃa de vuelve permanentemente aleatorio".
El tema tocado por Gramsci no concierne solamente a la disolución del régimen parlamentario, sino que es de un alcance mucho mayor: a) "Los grupos sociales regresivos y conservadores se reducen cada vez más a su fase inicial económico-corporativa, mientras que los grupos progresistas e innovadores todavÃa se encuentran en la fase inicial, precisamente económico-corporativa"; y, b) "los intelectuales tradicionales, apartándose del grupo social al que hasta ahora habÃan dado la forma más alta y comprensiva, en realidad cumplen un acto de incalculable alcance histórico: marcan y sancionan la crisis estatal en su forma decisiva".
Elementos de la teorÃa de la hegemonÃa
Una de las formulaciones mas completas se encuentra en una nota del Cuaderno 10, en donde Gramsci refiriéndose a la obra de Lenin, dice: "una doctrina de la hegemonÃa como complemento de la teorÃa del estado – fuerza y como forma actual de la doctrina de la revolución permanente". Estos dos elementos no deben separarse. Lo que Gramsci tiene en mente con "doctrina de la hegemonÃa como complemento de la teorÃa del Estado–fuerza" se aclara solamente con relación a la afirmación según la cual ésta debe constituir la "forma actual de la doctrina de 1848 de la revolución permanente" [Â…]. "Durante el perÃodo posterior a 1870, al contrario de la expansión colonial europea, todos estos elementos cambian, las relaciones organizativas internas e internacionales del Estado se hacen mas complejas y macizas, y la fórmula del 48 de revolución permanente es elaborada y superada por las ciencias polÃticas con la fórmula de hegemonÃa civil".
Una nueva idea de la polÃtica
La teorÃa de la hegemonÃa se une con la elaboración de la filosofÃa de la praxisÂ… La difusión de la filosofÃa de la praxis es "la gran reforma de los tiempos modernos"Â… puede contribuir a la "creación de una nueva cultura integral que sintetice la polÃtica y la filosofÃa en una dialéctica intrÃnseca de un grupo social europeo y mundial".
"En la época del imperialismo, que culmina con la guerra mundialÂ… la clase burguesa está ya saturada: no sólo no se difunde, sino que se disgrega, no sólo no asimila nuevos elementos, sino que desasimila una parte de sà misma"; en resumidas cuentas: "se regresa a la concepción del estado como pura fuerza". De ahora en adelante, la polÃtica–hegemonÃa podrá ser continuada y desarrollada integralmente sólo por una clase que sea capaz de asimilar toda la sociedad y al mismo tiempo expresar tal proceso".
Momento burgués de la polÃtica–hegemonÃa
"El ejercicio de la hegemonÃa que se habÃa expresado clásicamente en la forma del "estado parlamentario", según Gramsci habÃa tenido en Hegel, con la concepción del "estado ético", el desarrollo mas completo. Pero "la concepción de Hegel" observa "es propia de un perÃodo en el cual el desarrollo en extensión de la burguesÃa podÃa parecer ilimitado, y la eticidad o universalidad de ésta podÃan manifestarse: todo el género humano será burgués". Sin embargo en la época del imperialismo, que "culmina con la guerra mundial" tal posibilidad habÃa definitivamente desaparecidoÂ… En resumidas cuentas "se regresa a la concepción del estado como pura fuerza".
Momento proletario de la polÃtica–hegemonÃa
"De ahora en adelante la polÃtica hegemonÃa podrá ser continuada y desarrollada integralmente sólo por "una clase que sea capaz de asimilar toda la sociedad y al mismo tiempo expresar tal proceso". Una clase que concibe "como fin del Estado su propio final" sólo puede ser "una clase que desarrolla Ãntegramente sus facultades en un horizonte que trasciende las funciones tradicionalmente establecidas por los estados nacionales".
La teorÃa de la hegemonÃa se une asà con la elaboración de la filosofÃa de la praxisÂ… la difusión de la filosofÃa de la praxis es "la gran reforma de los tiempos modernos". "Una reforma intelectual y moral que efectúa a escala nacional lo que el liberalismo no logró hacer más que para reducidos sectores de la poblaciónÂ… ésta es "una herejÃa de la religión de la libertad, ya que nació en el mismo terreno que la civilización modernaÂ… (se trata de) contribuir a la "creación de una nueva cultura integral que sintetice la polÃtica y la filosofÃa en una dialéctica intrÃnseca de un grupo social europeo y mundial.
PolÃtica–hegemonÃa y extinción del Estado
Una clase que concibe como fin del Estado su propio final sólo puede ser una clase que desarrolla Ãntegramente sus facultades en un horizonte que trasciende las funciones tradicionalmente establecidas por los estado nacionalesÂ… Sobre esta base se retoma en los Cuadernos el tema de la "extinción del Estado". Cuestión que no posee un valor utópico, sino más bien constituye una idea reguladora; indica un criterio programático que tiene como meta superar el Estado–nación.
El Estado reduz gradualmente sus intervenciones autoritarias y coercitivas: justo en el proceso realizable de la "sociedad regulada". De su consolidación puede surgir un nuevo tipo de libertad – ("se trata de una organización polÃtica que debe tutelar el desarrollo de los elementos de sociedad regulada en continuo incremento, para desembocar en una forma de "libertad orgánica") – mucho más amplia y completa de la hasta ahora experimentada. De este proceso definitivamente depende la superación de la "doctrina del estado–fuerza".
El terreno decisivo para la afirmación de la polÃtica–hegemonÃa es la relación entre lo nacional y lo internacional. La única respuesta progresista es aquella que elabore una nueva concepción de la polÃtica que la libere de la compenetración con el Estado.
La idea de que "la doctrina de la hegemonÃa" debe constituir un "complemento de la teorÃa del estado–fuerza" y "la forma actual de la doctrina del 48 de la revolución permanente" postula una subordinación permanente de la polÃtica–potencia a la polÃtica–hegemonÃa.
Al inicio, el movimiento comunista se habÃa propuesto el objetivo – (redefinir los fundamentos y las formas de soberanÃa) – a su modo; pero: i) las relaciones internacionales proseguÃan según las viejas orientaciones; y, b) con la territorialización del socialismo desaparecÃa el otro posible protagonista de la polÃtica–hegemonÃa.
La reelaboración del marxismo como filosofÃa de la praxis y "doctrina de la hegemonÃa" forma un bloque que ocupa todo el horizonte programático de los Cuadernos.
El trabajador colectivo y la subjetividad integral
La búsqueda se dirigÃa a explorar las condiciones necesarias para suscitar una voluntad colectiva que pusiera sólidamente la tarea, hasta ahora ausente, en manos de "nuevos grupos sociales progresistas".
Signo caracterÃstico de la contemporaneidad es la posibilidad de que una nueva "voluntad colectiva" se forme "de la base hacia lo alto", apoyándose en "la posición ocupada por lo colectivo en el mundo de la producción". O sea, sobre la base del industrialismo que domina ya el desarrollo mundial. El industrialismo crea al "trabajador colectivo", o sea, las condiciones por las que el trabajo se pueda reconocer y constituir como un todo, elaborando, por primera vez en la historia, una subjetividad integral. En otras palabras, existen las condiciones históricas reales que hacen posible la separación de capitalismo e industrialismo, abriendo camino hacia un nuevo orden mundial.
La derrota del movimiento comunista
El movimiento comunista frente a este proceso novedoso ("la formación del hombre colectivo actual") permanece ciego, no responde de acuerdo al nuevo momento, dice Gramsci: "los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que se les mueve el piso, los representantes del nuevo orden en gestación, por odio racionalista a lo viejo, difunden utopÃas y puros planes cerebrales".
Por lo tanto, los que suscitarÃan una nueva voluntad colectiva están ausentes. El socialismo está derrotado; por lo menos por ahora, por no haber desarrollado su propia autonomÃa hasta el fondo, por no haber desarrollado su propia concepción integral del mundo y de la historia, elaborando, sobre la base de la obra de Marx, una filosofÃa autónoma.
Sujetos polÃticos: estrutura y superestructura
Hay una filosofÃa de la praxis especial de Gramsci que no se puede reducir a ninguna otra "filosofÃa del devenir". Su especificidad es aclarada por el contexto de la hegemonÃa como "desarrollo teórico–práctico de la filosofÃa de la praxis". Esto equivale a decir que de la sola labor del "filósofo individual" la filosofÃa de la praxis no puede desarrollarse, pues su desarrollo parte de la acción de grandes sujetos colectivos. Indispensable para armar los impulsores de una voluntad colectiva, la filosofÃa de la praxis sólo puede desarrollarse a través de la creación de una cultura y una civilización nuevas.
La dependencia de la "doctrina de la hegemonÃa" de la filosofÃa de la praxis deriva del hecho de que, sin la elaboración de nueva teorÃa de la subjetividad, la primera no podrá desarrollarse.
No una teorÃa del sujeto en general, sino una teorÃa de la constitución de los sujetos polÃticos. Son por eso necesarios una gnoseologÃa y un análisis que permitan distinguir los sujetos empÃricos de la subjetividad histórica y fijar los criterios para el paso de los primeros a los segundos.
Es necesario una filosofÃa que permita responder la siguiente pregunta: ¿Cómo nace el movimiento histórico sobre la base de la estructura?
Tarea fundamental de la polÃtica–hegemonÃa es definir exactamente y resolver el problema de la relación entre estructura y superestructura, para llegar a un justo análisis de las fuerzas que toman parte en la historia de un cierto perÃodo y determinar su relación.
La elaboración de la hegemonÃa parte de la capacidad de determinar una propia combinación de la relación entre estructura y superestructura (una determinada fusión de éstas, en un bloque histórico). La fusión de estructura y superestructura sucede con la constitución del Estado.
Para analizar el recorrido de los sujetos empÃricos a la subjetividad histórica es necesario un conjunto mas amplio del Estado–nación. Se presenta el problema más vasto de si es posible pensar la historia sólo como historia nacional en cualquier momento del desarrollo histórico.
La constitución de sujetos polÃticos, que en la época actual encuentra en la nación el terreno decisivo, está condicionada en última instancia por el desarrollo del mercado mundial. Este es el terreno de las varias combinaciones entre el elemento nacional e internacional de las relaciones de fuerza.Â
*VACCA, GIUSEPPE
1995. "La actualidad de Gramsci". En: Revista Dialéctica, n. 25, pp. 10–21. México.
Desde que perspectiva se escriben los Cuadernos
Los Cuadernos de la Cárcel fueron concebidos no por un hombre polÃtico que se replegaba sobre un proyecto intelectual desinteresado, sino por un jefe que continuaba sintiéndose como tal e intentaba proseguir su lucha. En polémica con el movimiento comunista, al cual todavÃa pertenecÃa, después de la transformación estalinista de 1928–1930, a la que consideraba una vÃa sin salida, Gramsci se proponÃa la búsqueda de nuevas bases teóricas y refundar el programa del movimiento obrero internacional.
La elaboración de una filosofÃa marxista original, que parte de una crÃtica corrosiva a todas las corrientes del marxismo de los cuarenta años precedentes, constituye el núcleo fundamental del programa de investigación de los Cuadernos (por lo menos a partir de 1931–1932). Si se establece que la investigación de Gramsci surgió, no de la crÃtica–diálogo con Croce, sino de la confrontación con Bujarin, es decir, de la crÃtica al marxismo–leninismo y de la denuncia de su dependencia de la tradición positivista del marxismo precedente a la revolución rusa, en particular, de Plejanov, el desarrollo de los análisis y de los conceptos elaborados en los Cuadernos, podrÃa ser considerado bajo una nueva luz.
Siglo XX y revolución pasiva
En el centro de la investigación de Gramsci estaba la escena mundial entre las dos guerras y el intento de captar los movimientos más profundos. VeÃa con lucidez cómo el centro de la economÃa mundial se habÃa desplazado de Europa a los Estados Unidos; identificaba en el americanismo y en el fordismo las formas más avanzadas y progresistas de organización de la economÃa y de la sociedad, y, al mismo tiempo, las fuerzas destinadas a penetrar, transformándolas, todas las economÃas desarrolladas.
Gramsci señalaba el origen de las catástrofes de los años veinte y treinta en la resistencia a estas tendencias, en la incapacidad de adaptar a éstas las economÃas nacionales y a la propagación de los mecanismos reguladores de la economÃa internacional: la gran depresión, el surgimiento del fascismo y del nazismo.
Gramsci atribuÃa a la transformación del movimiento comunista y a la elección del socialismo en un solo paÃs el ensimismamiento de la ex URSS, su camino hacia el despotismo, el fin de la difusión de los procesos que a escala mundial habÃa despertado la revolución rusa.
Pero al mismo tiempo, la nueva subjetividad de los pueblos, la irrupción en escena de la historia de las exterminadas masas campesinas, la crisis de las formas polÃticas de la modernidad (el principio de soberanÃa absoluta, el papel central de los estados nacionales, la unión entre soberanÃa y territorio) le parecieron cambios de la época, procesos irreversibles, movimientos de una nueva historia.
El siglo XX asumÃa de esta manera la figura de una gran revolución pasiva, dentro de la cual la URSS estaliniana, incapaz de presentar otra vÃa de desarrollo mundial, fue siempre colocada en un lugar subalterno. Más aún, este escenario explicaba, al menos en parte, las vÃas invocadas por aquella después de la muerte de Lenin.
La construcción de la polÃtica cambiaba; el mundo del siglo XX estaba azorado ante conflictos inauditos, destrucciones y barbaries, pero cada vez uno e interdependienteÂ… Gramsci preveÃa la posibilidad de superar la crisis inmanente de la modernidad, uniendo ética y polÃtica, y de desarrollar la democracia, la única concepción racional, para él, de la polÃtica, más allá de los lÃmites y confines de los ordenamientos de los estados.
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Francisco Hidalgo Flor é professor da Universidade Central do Equador e diretor da revista Espacios: aportes al pensamiento crÃtico contemporáneo.